1 CORINTIOS 13: 4-7 El amor llega a la meta, y Cristo viajó desde la eternidad hasta el confinamiento del tiempo para ser como uno de nosotros. No tenía que hacerlo. Él pudo haber desistido. En cualquier momento del camino pudo haberse detenido. Una mirada al vientre de la virgen y hubiera podido abandonado todo.
Cuando vió lo pequeña que su mano sería, lo suave que su voz sería, lo hambriento que a veces estaría, podría haberse detenido. Con el primer olor del apestoso establo, ó con la primera sensación de aire frío. Con la primera vez que se raspara su rodilla, o se soplara la nariz, o saboreara un pan quemado. Él pudiera haber pegado la vuelta y marchado.
Cuando vio el piso sucio de su casa de Nazareth. Cuando José le asigno su primera tarea. Cuando sus compañeros de clase se quedaban dormidos mientras se leía la Torá. Su Torá. Cuando el granjero perezoso maldijo a Dios por su mala cosecha. En cualquier punto Jesús pudo haber dicho: "¡Basta ya, se acabó! me marcho a casa". Pero no lo hizo.
No lo hizo porque El es amor.
Tomado del Libro "Un Amor Que Puedes Compartir"